jueves, 18 de octubre de 2012

EEL SALVADOR Y LOS DESASTRES NATURALES.



Uno de los Objetivos de Desarrollo del Milenio (ODM) es garantizar la sostenibilidad del medio ambiente. De acuerdo al PNUD, cerca del 75 por ciento de la población mundial vive en zonas que han sido azotadas, al menos una vez entre 1980 y 2000, por un terremoto, un ciclón, una inundación o una sequía. En Centroamérica, según la CEPAL, los daños económicos causados por desastres naturales desde 1972 representan un promedio anual del 2 por ciento del PIB centroamericano. Estas cifras confirman: (1) las consecuencias que tiene para el desarrollo humano una exposición tan alta a amenazas naturales; y (2) la conveniencia de incorporar el riesgo en el nivel nacional, municipal y comunitario.
Estudios indican que el territorio salvadoreño recibe en promedio 38,283 millones de metros cúbicos de aguas lluvias al año, tiene 360 ríos agrupados en diez cuencas hidrográficas y los porcentajes de contaminación de ríos alcanzan un 90 por ciento. Respecto al suelo, más del 50 por ciento del territorio cuzcatleco se usa de manera inapropiada y las tasas anuales de erosión equivalen a 59 millones de toneladas de suelo. En tanto, la vulnerabilidad ambiental se refleja en que el 9.3 por ciento del territorio está expuesto a inundaciones severas y moderadas; 19.2 por ciento a diversos tipos de deslizamientos; y arriba del 45 por ciento es afectado por sequías de forma severa, moderada o débil.
Como consecuencia de los desastres provocados por fenómenos naturales, los territorios con menor desarrollo humano son los que concentran los mayores  daños y pérdidas. En El Salvador, las comunidades y familias más pobres –rurales y urbanas- son las que más sufrieron en los terremotos de 1986 y 2001, y las tormentas tropicales de Mitch y Stan. El descuido del interior del país, la migración campo-ciudad y la desordenada expansión urbana han incrementado los asentamientos precarios en el Área Metropolitana de San Salvador, confirmándose así la interacción entre el desarrollo socioeconómico y el riesgo de desastres.
Dada la vulnerabilidad y la frecuencia con la que El Salvador experimenta desastres naturales (terremotos cada 12 años en promedio, inundaciones en casi todos los últimos inviernos y sequías moderadas de manera cíclica), la gestión de riesgo debería estar en  la agenda de los tomadores de decisión y ser “carta de presentación” ante la comunidad internacional. Para que ello suceda, son necesarios tres pasos: (1) preparar y difundir información sobre el riesgo de desastres; (2) dar a conocer medidas y acciones encaminadas a reducir la vulnerabilidad; y (3) promover la voluntad política para incorporar la gestión de riesgo (prevención, mitigación y reacción de emergencia) en instituciones y sectores público y privado.

En El Salvador hay avances y tareas pendientes. La creación del Ministerio de Medio Ambiente y Recursos Naturales (MARN) y del Sistema Nacional de Estudios Territoriales (SNET); Ley de Medio Ambiente, de Áreas Naturales Protegidas y del Sistema de Protección Civil; Plan Nacional de Ordenamiento y Desarrollo Territorial; e iniciativas locales de manejo de microcuencas, son pasos positivos. Lo que hace falta es armonizar y orientar estas energías y recursos hacia resultados específicos e impactos duraderos.
La Estrategia de Desarrollo de la Zona Norte (EDZN) es una oportunidad para avanzar en esa dirección. ¿Por qué? Debido a las cuantiosas inversiones que están gestionándose en la principal cuenca hidrográfica del país (río Lempa), fuente estratégica de energía, agua y alimentos. Una de esas inversiones podría superar los 300 millones de dólares provenientes sólo de la Cuenta del Milenio/USA. El programa Red Solidaria también tiene previstas acciones en alrededor de 40 municipios de la zona norte. Asimismo, los 92 municipios que comprenden la EDZN, cuyos recursos FODES suman cerca de 40 millones anuales, invertirán más de 400 millones de dólares en diez años.
Si a lo anterior se le añade los más de mil millones de dólares de las presas hidroeléctricas (El Tigre, Cimarón y otras), tenemos que habrán muchas obras de infraestructura en la zona más pobre, más deprimida económicamente y con mayor deterioro ecológico del país. Las preguntas clave son: ¿Se está integrando la gestión de riesgo de desastres naturales en la planificación del desarrollo de la zona norte?. ¿Se están formando recursos humanos locales y mejorando la capacidad de gestión de riesgo en las comunidades y municipalidades de la zona norte de El Salvador?


¿Desastres naturales o falta de previsión?


El Acelhuate, salido de madre, había tomado las dimensiones de un río caudaloso y la rapidez de un torrente. Arrastrando un sin número de arbustos, matorrales, destrozos de toda clase y una cantidad prodigiosa de tierra y arena, cambió en un instante en tristes y desoladoras playas las riveras antes animadas y risueñas, comprendidas entre los barrios de la Vega y de Candelaria; las casas y las huertas sembradas a la orilla del río antes tan quieto, fueron en un instante arrebatadas por la inundación.” Así informaba “La Gaceta del Salvador” del 25 de octubre de 1852 sobre los estragos causados por un “temporal” que golpeó al país ese año. Testimonios como este abundan en nuestra historia, desde la época colonial al presente. A la lluvia hay que agregar los terremotos y las erupciones volcánicas, comenzando con la del volcán de Ilopango, alrededor del año 260 DC.
Es decir, las condiciones naturales de nuestro territorio lo hacen propenso a sufrir los efectos de los fenómenos naturales. Pero al parecer, la naturaleza es justa; esos rasgos negativos con compensados con creces por la bondad del clima, la abundancia del agua y la fertilidad de la tierra, debida en buena parte a los fenómenos volcánicos. Estas ventajas explican el precoz poblamiento y la alta densidad poblacional de este territorio.
Lo increíble es que quienes han habitado este territorio a lo largo de los siglos, y sobre todo en los dos últimos, no hayan aprendido nada o casi nada de su experiencia con los fenómenos naturales. Por ejemplo, San Salvador ha sido construida a la vera de un volcán activo, cuyas erupciones ya la han destruido. En lugar de respetarlo y alejarnos del coloso, construimos cada vez más alto en sus faldas, talamos sus bosques y minamos sus bases. Luego lamentamos las muertes y la destrucción que sufrimos.
En 1854 San Salvador fue destruida por un terremoto, razón por la cual la capital se trasladó a Cojutepeque. Al mismo tiempo se decidió buscar un lugar menos peligroso para construir la nueva capital. Aunque hubo otras propuestas, al final se escogió el llano de la Hacienda Santa Tecla, a solo 13 kilómetros de la antigua ciudad y tan cerca del volcán como aquella. Ese volcán destruyó buena parte de San Salvador en 1917, pero no nos ha importado. Hace un par de años, el geógrafo francés, Jérome Monnet, dio una conferencia en la Universidad de El Salvador; entonces le pregunté cómo se imaginaba la ciudad de San Salvador en veinte años; sin dudarlo contestó “Una gran ciudad con un volcán en medio”. A los ojos del geógrafo, la gran ciudad sería la conjunción de San Salvador, Santa Tecla, Mexicanos, Apopa, Quezaltepeque y Colón. Yo pensé: será así, si el volcán no erupciona antes.
Hace poco leí en un periódico que un equipo de geólogos, después de serios estudios, había concluido que San Salvador no debería estar dónde está; además afirmaron que la mejor zona para emplazar una ciudad como esta es en las llanuras del norte. ¡Fantástico! No quiero quitar méritos a la ciencia del siglo XXI, pero nuestros indígenas no solo lo entendieron, actuaron en consecuencia. Allí tenemos la ciudad de Sihuatán, que fue el centro poblacional y de poder más importante hacia los años 900 y 1200 dC.
Cualquiera que haya visitado ese sitio se habrá dado cuenta de las ventajas de ese emplazamiento: terrenos planos y fértiles, dos ríos cercanos, el Lempa y el Acelhuate, nacimientos de agua en elevación, etc. Pero, eso fue en tiempos precolombinos; desde la colonia a la actualidad, se ha insistido en mantener a la capital en el mismo sitio. Y no solo eso, la descontrolada emigración y la construcción que la acompaña, vuelve cada vez más vulnerable a nuestra capital.
Si se hiciera la cuenta de las víctimas y las pérdidas económicas causadas por los huracanes de la últimas décadas (Fifi, Match, Stan e Ida), y además agregamos los terremotos de 1986 y 2001, la cifra asustaría a cualquiera. Cada uno de esos eventos ha exigido una inversión cuantiosa en reconstrucción, léase bien, reconstrucción. Es decir, recuperar lo que ya se tenía. Nada más.
De nada sirve que sepamos que cada cierto tiempo enfrentaremos copiosas lluvias, o que cada veinte años corremos el riesgo de un gran terremoto. Simplemente reaccionamos a la tragedia, y nos auto confortamos, haciendo llamados a la solidaridad, al estoicismo, y todas esas ideas que nos hacen creer que los salvadoreños no nos rendimos ante nada y que siempre saldremos adelante. Puede que sea así, pero igualmente es cierto y la historia lo demuestra; tampoco aprendemos de la experiencia.
Basta ver en una imagen satelital los patrones de poblamiento de El Salvador, especialmente en la región metropolitana. No hay un mínimo de orden y la responsabilidad brilla por su ausencia. Cualquier espacio susceptible de ser habitado o construido ha sido alterado y usado sin que haya una autoridad que intervenga. Tan irresponsable y peligroso es que un pobre construya una vivienda a la rivera del Acelhuate o de una quebrada, como que un potentado construya una mansión en las colinas de Santa Tecla. Claro, el primero tiene la atenuante de la pobreza y la necesidad; el segundo, el agravante de la prepotencia y la impunidad.
Pero hay dos actores que tienen mucha más responsabilidad (o mejor dicho, han sido más irresponsables), el Estado salvadoreño y las elites dirigentes, del signo y color que sean. Hacia los pobres, no han habido políticas integrales de desarrollo, han habido políticas de sobre vivencia, simples paliativos. Nos hemos complacido con los discursos que alaban la capacidad de “rebusca” de los salvadoreños, esa que tan bien retrató Roque Dalton en sus poemas. Esa “rebusca” es solo reflejo de la incapacidad de las elites dirigentes para construir un país más justo y seguro. Cómo el Estado no ha sido capaz de proveer soluciones habitacionales, los pobres las han encontrado en las quebradas, paredones y cualquier espacio que parezca soportar cuatro horcones.
Hacia los ricos, no ha habido autoridad ni control, comenzando por el sistema tributario. A pesar de sus desgracias recurrentes, este país ha generado riqueza, quizá mucha más de la que podría esperarse de su tamaño. Mucha de esa riqueza ha sido posible, por la visión y la audacia de la clase empresarial; muy justo es que obtengan ganancia. Pero igualmente importante ha sido el esfuerzo de los trabajadores, y lo cierto es que estos no han recibido beneficios proporcionales a su aporte. Y no estoy pensando únicamente en salarios. Pienso en la redistribución de la riqueza que puede hacer el Estado, a través de los impuestos y las obras y los beneficios sociales que estos generan.
Pero igualmente el Estado salvadoreño ha sido irresponsable al no ordenar el desarrollo territorial del país. Y es claro que no se ha hecho, porque ese ordenamiento afectaría grandes intereses económicos. Seguramente que buena parte de los complejos habitaciones y comerciales que hoy existen, no se hubieran llevado a cabo (al menos no como están), si tuviéramos una ley de ordenamiento territorial y si las normativas ya existentes se aplicaran como debe ser. Ante la irresponsabilidad y la falta de previsión, no nos queda más que lamentarnos, llamar a la solidaridad, y volver a reconstruir.
En la mitología griega, Sísifo fue condenado por los dioses a subir una piedra hasta la cima de una alta montaña, apenas llegaba a la cúspide, la piedra rodaba y Sísifo debía empujarla de nuevo hacia arriba. Así por siempre. Albert Camus, en “El mito de Sísifo”, interpreta genialmente el mito desde una perspectiva existencialista, al decir, “no hay castigo más terrible, que el trabajo inútil y sin esperanza.” En El Salvador, siempre estamos reconstruyendo; y apenas ha pasado la crisis, un nuevo desastre nos obliga a comenzar de nuevo. Este país es devoto de Sísifo. 

El Salvador ante uno de sus peores desastres naturales



Con cerca de 200 muertos, decenas de desaparecidos y más de 15 mil damnificados por las lluvias, El Salvador enfrenta uno de los peores desastres naturales desde el paso del huracán Mitch por Centroamérica.
Las precipitaciones registradas los días 7 y 8 de noviembre fueron provocadas por la confluencia de una baja presión en el Pacífico con la tormenta tropical Ida y afectaron a cinco departamentos, sobre todo a San Vicente y San Salvador.
Según el más reciente informe del Sistema Nacional de Protección Civil, el fenómeno meteorológico ocasionó 196 víctimas mortales, aunque la cifra puede crecer porque aún hay 78 desaparecidos.
Las lluvias afectaron a más de mil viviendas, 223 de ellas en su totalidad, y a otras infraestructuras, como a 41 puentes y 109 carreteras, de las cuales 37 ya fueron rehabilitadas.
De acuerdo con el ministro de Obras Públicas, Gerson Martínez, sólo en caminos los daños se estiman en 850 millones de dólares.
"Creo que el país no tiene idea exacta de la magnitud del desastre", dijo Martínez.
El problema es mayor en San Vicente, donde aludes de lodo y piedras del volcán Chinchontepec arrasaron al menos tres comunidades ubicadas en sus faldas y aún continúan allí las labores de rescate.
También son enormes los estragos en la agricultura, sobre todo en los cultivos de frijol, maíz y otros granos, y en la ganadería, por la muerte de miles de cabezas de ganado.
Algunos funcionarios estiman en mil millones de dólares las pérdidas por el desastre natural, aunque la cifra exacta se conocerá después de una evaluación técnica de la Comisión Económica de la ONU para América Latina y el Caribe.
Las lluvias, aludes e inundaciones hicieron revivir aquí los recuerdos del paso de la tormenta Stan por Centroamérica en 1998, que sólo en este país dejó 240 muertos y pérdidas por más de 200 millones de dólares.


El salvador es vulnerable a desastres naturales


El Salvador es uno de los lugares que más expuestos están a los desastres naturales como los huracanes y demás, sobre todo por la situación en la que se encuentra pero también lo está porque los recursos que tiene El Salvador son escasos y cuando ocurren desgracias como la que acaba de ocurrir en los últimos días, se encuentra con pocos recursos como para hacer frente a ayudar a las víctimas, por lo que tiene que recurrir a la ayuda internacional para poder ayudar a todas las persona afectadas, que por desgracia suelen ser muchas en cada suceso que ocurre.
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Lo mejor de esta situación es que son muchos los países que suelen ayudar a El Salvador en estas condiciones y uno de ellos es España, que en esta última ocasión ha enviado ayuda a El Salvador para que pueda hacer frente y que las víctimas tengan alimento y demás asistencia. Sin esta ayuda El Salvador no tendría recursos para que las víctimas pudieran tener alimento para poder sobrevivir después de perder sus tierras.
Por desgracia El Salvador es más vulnerable a estos desastres de lo que nos podemos creer y cada vez es más frecuente que un huracán pueda acabar con la vida de muchas personas y también con muchas casas, tierras de familias y todas ellas se quedan sin nada. Es una situación dramática la que se produce, aunque estas ayudas internacionales hace que El Salvador pueda hacer frente y reponerse, que es muy importante en estos casos tan dramáticos.
Los desastres naturales y El Salvador

El desastre natural es una situación resultante en una sociedad o comunidad, después de que ha sido azotada por un terremoto, inundación, huracán, vulcanismo, deslizamiento, sequía u otro fenómeno. Según Naciones Unidas, aproximadamente el 75% de la población mundial vive en zonas que han sido afectadas, al menos una vez entre 1980 y 2000, por un evento natural. Las estadísticas indican que este tipo de desastres genera más de 184 muertos por día en distintas partes del mundo.
Si bien sólo el 11% de las personas expuestas a peligros naturales vive en países con un bajo índice de desarrollo humano, ellas representan más del 53% en el total de muertes. América Latina y el Caribe es una de las regiones más propensas a sufrir desastres naturales con una tendencia al aumento. Entre 1993 y 2002, casi 63.000 personas perdieron la vida en la región por dichas razones. Entre 1963 y 1967, el número de desastres naturales fue de 94, en cambio, entre 1998 y 2002 ascendió a 340.  Este indicador  sugiere pasar de un manejo de emergencias a una acción preventiva permanente.
Hay una creciente demanda nacional y mundial a favor de la gestión del riesgo de carácter prospectivo. Ello implica incorporar la perspectiva del riesgo dentro de los convenios internacionales, planes nacionales y agendas municipales. Está comprobado que a mayor capital humano y social, mejor preparados están los países y localidades para enfrentar los eventos naturales y proteger sus medios de subsistencia. Al contrario, entre menos participación y más inequidad social existan, mayores son los impactos y menores las capacidades de reacción, reconstrucción y recuperación.
Para el caso salvadoreño, los desastres naturales son frecuentes. Razón por la que, la gestión del riesgo debería ser parte integrante del quehacer público, social y privado. Incomprensiblemente no es así. La sociedad y el gobierno salvadoreño siguen sin asignarle los recursos requeridos a este tema y dependiendo de la buena voluntad de la comunidad internacional cada vez que sucede un desastre natural.
Según el SNET, entre 1900 y 2003, se registraron 3 mil 954 eventos naturales, y de estos, las inundaciones fueron las más recurrentes. Los desastres naturales son una constante en el país. La inequidad social y el irrespeto a las regulaciones ambientales y urbanísticas hacen que El Salvador sea altamente vulnerable. La pérdida de vegetación y el crecimiento desordenado de asentamientos humanos en zonas de riesgo como la Cordillera del Bálsamo y el volcán de San Salvador, elevan la probabilidad de tener catástrofes. Por ejemplo, de repetirse una tormenta tropical como la de los años 30, los deslizamientos ocasionarían numerosas pérdidas humanas.
Los censos de población y vivienda 2007 confirman la concentración socioeconómica en el Área Metropolitana de San Salvador (Valle de Las Hamacas), lo cual hace que El Salvador sea cada día más vulnerable ante los usuales sismos. Hay que dejar de poner “todos los huevos en una sola canasta”. La descentralización productiva y el desarrollo económico territorial deberían, por lo tanto, ser parte de un proyecto de país.
Ha llegado la hora de rectificar y concertar. Consecuentemente y dado que las fórmulas presidenciales están elaborando sus plataformas programáticas, sería edificante que ANEP y FUSADES dieran a conocer sus planteamientos para incorporar la dimensión territorial y la gestión del riesgo en las políticas económicas, sociales y ambientales. ¿Cree usted que esta idea es viable?





Inundaciones
Las zonas más afectadas han sido las comunidades cercanas a los ríos: como el río Grande
de San Miguel y algunas áreas de inundación en Sonsonate, Tecoluca, Santa Ana, Ilopango,
San Martín, entre otros. Dejando en al ámbito nacional un aproximado de 97 familias
evacuadas, un mil 598 personas damnificadas y 300 familias y 12 comunidades aisladas por
inundaciones.
Derrumbes
En total, en este periodo ocurrieron cuatro derrumbes, los cuales afectaron principalmente
el sistema vial de algunas carreteras en Chalatenango y La Libertad, obstruyendo el
movimiento vehicular en estas zonas, así mismo sucedió el colapso de un puente ubicado en
Mariona y el muro de una vivienda. En Chalatenango también un puente de hamaca fue
dañado por las lluvias. Dejando en total un aproximado de 4 mil personas y 12
comunidades aisladas por los daños en las vías de comunicación.





Cuales han sido los terremotos ocurridos en el salvador y en centro América a lo largo del siglo xx?


Mejor respuesta - elegida por los votantes

Los desastres naturales se han cebado con Centroamérica y devastado los países más pobres

Las catástrofes naturales siempre se ceban con los que menos tienen. Centroamérica es la prueba. El terremoto de 7,9 grados en la escala de Richter que ha sacudido la región es el último desastre, el primero del siglo XXI, en unos países golpeados con frecuencia por seísmos, ciclones y erupciones volcánicas. Para comprobarlo basta echar la vista atrás y repasar los más devastadores y recientes del siglo XX:

Marzo de 1931. Un seísmo de cinco grados en la escala de Ritcher destruye la capital de Nicaragua y deja unos 1.000 muertos.

Diciembre de 1963. Una cabeza de agua del río Reventado causa una avalancha, con sedimentos del volcán Irazú, que mató a 25 personas y arrasó un centenar de viviendas en Taras de Cartago (Costa Rica).

Mayo de 1965. Un seísmo de 6,2 grados deja en San Salvador 120 muertos y unas 10.000 personas sin hogar.

Julio de 1968. Erupción del volcán Arenal, en el noroeste de Costa Rica, dejando 62 muertos.

Diciembre de 1972. Un terremoto de 7,2 grados destruye Managua, mata a unas 10.000 personas y deja heridas a otras 20.000. Cerca de 300.000 personas quedan sin techo. Parte de la ciudad aún está en ruinas.

Abril de 1973. Un terremoto de 6,5 grados en Tilarán, al norte de Costa Rica, deja 23 muertos.

Septiembre de 1974. El huracán Fifí azota la costa Caribe de Honduras, deja 20.000 muertos y pérdidas por más de 1.300 millones de dólares (unos 230.000 millones de pesetas).

Febrero de 1976. Un terremoto de 7,5 grados sacude la mayor parte del territorio de Guatemala y causa unos 26.000 muertos.

Septiembre de 1982. Un alud del volcán San Salvador, provocado por fuertes lluvias, sepulta una colonia al noroeste de la capital y deja unas 1.000 víctimas, entre muertos y desaparecidos.

Octubre de 1986. Un terremoto de 7,5 grados destruye San Salvador y deja más de 1.400 muertos y 10.000 damnificados.

Octubre de 1988. El huracán Joan impacta la costa de Centroamérica y Colombia y provoca la muerte de unas 500 personas, 148 en Nicaragua.

Abril de 1991. Un terremoto de 7,5 grados sacude la zona caribeña de Costa Rica (Limón) y Panamá (Bocas del Toro), dejando un centenar de muertos entre los dos países.

Abril de 1992. Una erupción del volcán Cerro Negro, con columnas de humo y cenizas de hasta 20.000 metros de altura, deja dos muertos, 50.000 damnificados en el noroeste de Nicaragua.

Septiembre de 1992. Un maremoto, provocado por un seísmo de 7,2 en el Pacífico de Nicaragua, deja 187 muertos y unos 40.000 damnificados.

Julio de 1996. El paso del huracán César deja en Centroamérica 48 muertos, más de 10.000 damnificados y grandes pérdidas. Los países más afectados fueron Costa Rica y Nicaragua.

Octubre de 1998. El huracán Mitch azota con furia a Centroamérica, donde deja 9.214 muertos, 9.171 desaparecidos y más de 6.500 millones de dólares en pérdidas. Golpea principalmente a Honduras y Nicaragua.

 

desastres naturales ocurridos en 2010 generaron pérdidas por US$109.000M

Margareta Wahlstrom, secretaria general adjunta de reducción del riesgo de desastres de la ONU, dijo que los países de rápido desarrollo enfrentaban altos precios por los desastres naturales.
Ginebra. Los desastres naturales causaron US$109.000 millones en daños económicos el año pasado, tres veces más que en el 2009, y Chile y China soportaron la mayor parte de los gastos, dijo el lunes Naciones Unidas (ONU).
El terremoto de magnitud 8,8 que sufrió Chile en febrero costó US$30.000 millones. Los deslizamientos de tierras e inundaciones el verano boreal pasado en China causaron US$18.000 millones en pérdidas, mostraron datos recopilados por el Centro de Investigación sobre la Epidemiología de Desastres. (CRED por su sigla en inglés).
Aunque el terremoto de Haití el 12 de enero fue el evento más mortífero del 2010, que causó la muerte de 316.000 personas de acuerdo al Gobierno de Puerto Príncipe, su costo económico fue de US$8.000 millones. Las inundaciones de julio y agosto en Pakistán costaron US$9.500 millones.
Margareta Wahlstrom, secretaria general adjunta de reducción del riesgo de desastres de la ONU, dijo que los países de rápido desarrollo enfrentaban altos precios por los desastres naturales.
"La riqueza acumulada que se ve afectada por eventos de desastres está creciendo", dijo en un resumen informativo en Ginebra, donde se basan la mayoría de las operaciones de emergencia y ayuda de la ONU.
Las ciudades son vulnerables en particular a grandes pérdidas económicas cuando infraestructura que es deficiente es sacudida por terremotos o expuesta a grandes tormentas, dijo Wahlstrom.
"Con los eventos climáticos más extremos, y más terremotos en áreas urbanas, el estado de conservación o deterioro de zonas urbanas es realmente crítico", dijo.
Cambio Climático. Las ciudades más pobladas ubicadas en líneas de fallas sísmicas incluyen a Ciudad de México, Nueva York, Mumbai, Nueva Delhi, Shanghái, Kolkata, Yakarta y Tokio, de acuerdo a la Estrategia Internacional de Reducción de Desastres de la ONU.
Muchas personas viven en partes de áreas urbanas vulnerables a deslaves e inundaciones, que se anticipa que ocurrirán con mayor frecuencia como resultado del cambio climático, dijo Wahlstrom, y también advirtió de crecientes riesgos de "eventos silenciosos" como sequías.
De los 373 desastres registrados el año pasado, 22 fueron en China, 16 se produjeron en India y 14 en Filipinas, dijo CRED.
Las tormentas, sismos, olas de calor y de frío afectaron a 207 millones de personas y causaron la muerte a 296.800, según los datos, que no incorporan un aumento del número de muertos en Haití anunciado antes este mes por el primer ministro, Jean-Max Bellerive.
El cálculo global estima que 55.736 personas murieron debido a una ola de calor de verano en Rusia que llevó a problemas con la cosecha y ayudó a elevar los precios de los alimentos.
También dice que 2.968 fallecieron por un terremoto en abril en China y 1.985 murieron por las inundaciones pakistaníes.
El costo económico del 2009 de US$34.900 millones fue inusual y bajó debido a la falta de un gran evento climático en el período, que sin embargo vio inundaciones y tifones en Asia y un terremoto en Indonesia.
Un gran terremoto en China en 2008 causó US$86.000 millones en daños, lo que llevó el costo económico de ese año a cerca de US$200.000 millones. En 2005, los huracanes que azotaron el sur de Estados Unidos aumentaron el costo de desastre global a cerca de US$250.000 millones.
Los estimados de costo económico se basan en datos de autoridades nacionales y también de compañías de seguros incluyendo a Swiss Re, Munich Re, y Lloyd's.
CRED es parte de la Universidad de Louvain en Bélgica y mantiene una base de datos de desastres internacionales para la ONU.


jueves, 11 de octubre de 2012


Temblor en El Salvador de 4.1 grados



El Servicio Nacional de Estudios Territoriales (SNET) detalló que el temblor en El Salvador ocurrió a las 01:55 horas locales de este viernes y su epicentro se registró a 38 kilómetros al sur de la playa El Espino, en el departamento de Usulután, en el oriente del país.
Agregó que la profundidad del temblor fue de 65.3 kilómetros y tuvo una intensidad de I en San Salvador. El SNET ha reportado en las últimas dos semanas los frecuentes sismos que han estremecido varias regiones del territorio salvadoreño.
El encargado de prensa de la Cruz Roja Salvadoreña (CRS), Carlos López Mendoza, indicó por su parte que el temblor en El Salvador provocó alarma en la población de Usulután, pero sin causar víctimas ni daños materiales.
USGS

 Inundaciones

Volcán de San Salvador, en febrero se produjo un enjambre sísmico el cual resultó en
mucha alerta en la población que la relacionaba al volcán. Sin embargo analizando las
características de la señal sísmica se pudo determinar que no eran generadas por un
incremento de actividad volcánica.
Volcán de San Miguel, durante el mes de mayo, presentó algunos incrementos importantes
en su nivel de microsismicidad, pero no hubo reporte de evento sentido por la población.
Las variaciones en el comportamiento micro sísmico del volcán de San Miguel ocurren en
diferentes épocas del año y tienen diferentes periodos de duración. Estas variaciones
parecen estar asociadas a los cambios en el régimen de precipitaciones y al incremento de la
presencia de agua en el sistema hidrotermal del volcán.
Volcán de Ilopango, este volcán se mantuvo dentro de los rangos normales de actividad.
Los volcanes Izalco y San Vicente tienen niveles de actividad que se encuentran dentro del
rango de lo normal.

         


Se registraron inundaciones que afectaron a aproximadamente 2 mil 721 personas, dejando
a varias de ellas damnificadas causándoles diferentes tipo de daños.
Las zonas reportadas como las más afectadas por inundaciones fueron: las comunidades
colindantes a ríos y quebradas, como el río Acelhuate y quebrada el Garrobo en San
Salvador; los ríos Pasaquinita y Santa Rosa en Santa Rosa de Lima departamento de La
Unión, se desbordaron causando inundaciones, algunas colonias del Área Metropolitana de
San Salvador como los Barrios La Vega y San Jacinto, la comunidad Chilama en el Puerto
de La Libertad, algunas comunidades de Chalatenango, San Vicente, La Libertad, Santa
Ana y Ahuachapán; así como en la ciudad de San Miguel y en algunas áreas de inundación
cercanas a playas en La Unión y Sonsonate