jueves, 18 de octubre de 2012

Los desastres naturales y El Salvador

El desastre natural es una situación resultante en una sociedad o comunidad, después de que ha sido azotada por un terremoto, inundación, huracán, vulcanismo, deslizamiento, sequía u otro fenómeno. Según Naciones Unidas, aproximadamente el 75% de la población mundial vive en zonas que han sido afectadas, al menos una vez entre 1980 y 2000, por un evento natural. Las estadísticas indican que este tipo de desastres genera más de 184 muertos por día en distintas partes del mundo.
Si bien sólo el 11% de las personas expuestas a peligros naturales vive en países con un bajo índice de desarrollo humano, ellas representan más del 53% en el total de muertes. América Latina y el Caribe es una de las regiones más propensas a sufrir desastres naturales con una tendencia al aumento. Entre 1993 y 2002, casi 63.000 personas perdieron la vida en la región por dichas razones. Entre 1963 y 1967, el número de desastres naturales fue de 94, en cambio, entre 1998 y 2002 ascendió a 340.  Este indicador  sugiere pasar de un manejo de emergencias a una acción preventiva permanente.
Hay una creciente demanda nacional y mundial a favor de la gestión del riesgo de carácter prospectivo. Ello implica incorporar la perspectiva del riesgo dentro de los convenios internacionales, planes nacionales y agendas municipales. Está comprobado que a mayor capital humano y social, mejor preparados están los países y localidades para enfrentar los eventos naturales y proteger sus medios de subsistencia. Al contrario, entre menos participación y más inequidad social existan, mayores son los impactos y menores las capacidades de reacción, reconstrucción y recuperación.
Para el caso salvadoreño, los desastres naturales son frecuentes. Razón por la que, la gestión del riesgo debería ser parte integrante del quehacer público, social y privado. Incomprensiblemente no es así. La sociedad y el gobierno salvadoreño siguen sin asignarle los recursos requeridos a este tema y dependiendo de la buena voluntad de la comunidad internacional cada vez que sucede un desastre natural.
Según el SNET, entre 1900 y 2003, se registraron 3 mil 954 eventos naturales, y de estos, las inundaciones fueron las más recurrentes. Los desastres naturales son una constante en el país. La inequidad social y el irrespeto a las regulaciones ambientales y urbanísticas hacen que El Salvador sea altamente vulnerable. La pérdida de vegetación y el crecimiento desordenado de asentamientos humanos en zonas de riesgo como la Cordillera del Bálsamo y el volcán de San Salvador, elevan la probabilidad de tener catástrofes. Por ejemplo, de repetirse una tormenta tropical como la de los años 30, los deslizamientos ocasionarían numerosas pérdidas humanas.
Los censos de población y vivienda 2007 confirman la concentración socioeconómica en el Área Metropolitana de San Salvador (Valle de Las Hamacas), lo cual hace que El Salvador sea cada día más vulnerable ante los usuales sismos. Hay que dejar de poner “todos los huevos en una sola canasta”. La descentralización productiva y el desarrollo económico territorial deberían, por lo tanto, ser parte de un proyecto de país.
Ha llegado la hora de rectificar y concertar. Consecuentemente y dado que las fórmulas presidenciales están elaborando sus plataformas programáticas, sería edificante que ANEP y FUSADES dieran a conocer sus planteamientos para incorporar la dimensión territorial y la gestión del riesgo en las políticas económicas, sociales y ambientales. ¿Cree usted que esta idea es viable?




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